Flores voladoras. . .

Asustada y con sensación de asfixia, Elsa, se quitó los zapatos, después los pantalones y por último la blusa. Empeñada en su tarea se miraba y daba vueltas sobre sí misma, necesitaba estar desnuda para meterse en la cama y sustituir al hombre que estaba a punto de despertarse para que el sueño pudiera continuar. Su asombro fue creciendo a medida que se iba quitando piezas, pues no estaba desnuda, en su cuerpo aparecían nuevas prendas de ropa casi instantáneamente.

 
-¡Pero qué manía tiene esta niña de dejar su ropa por ahí tirada! – oyó como decía una mujer que se iba acercando mientras recogía la ropa.

 
– ¿Tía Augusta? ¿Qué haces aquí? – preguntó sorprendida Elsa

 
– Pues ¿qué voy a hacer? Recoger tus cosas antes de que te acuestes como siempre – replicó la tía Augusta con total normalidad sin dejar de acometer su tarea.

 

Elsa no tuvo tiempo de alegar pues una lluvia de palabras que caían golpeando con fuerza la obligaron a intentar buscar un lugar en el que guarecerse. Justo cuando un enorme

“ESTORNUDO”

con todas sus consonantes y vocales, estaba a punto de reducirla a la más mínima expresión saltó por un acantilado al que llegó corriendo.
 
-¡Aaaaahhhhhhhh! – gritó Elsa con una voz que no reconoció como suya y que le sonó a canto de sirena
 

Como en una película cayó a cámara lenta sobre un lago de agua cristalina y templada que le devolvió una sensación de tranquilidad. Se sintió tan cómoda que nadó un rato, flotó y chapoteó  dejándose envolver por aquel líquido. De repente vio una orilla y nadó hacia ella. Al salir del agua se dio cuenta de que el fluido no la mojaba y aunque le pareció extraño no tuvo mucho tiempo para interrogarse sobre aquel hecho.  Vio de nuevo el hombre dormido y eso cautivó toda su atención. Se aproximó despacio para no despertarlo y poco a poco fue aproximándose a su corazón, para percibir sus latidos. Cuando ya tenía casi pegada la oreja al centro de la vida de aquel cuerpo escucho una voz y ella retrocedió asustada.
 
-No vale la pena que lo intentes, ya no late hace mucho tiempo – dijo el hombre aún con los ojos cerrados.
 
-¡Ay!. . .disculpa ¿te he despertado? – dijo ella entrelazando sus manos por detrás de su cuerpo como una niña que sabe que ha hecho algo malo y la van a regañar.
 
-En realidad no, aun estoy dormido, igual que tú – respondió él mientras comenzaba a levantarse de su cómoda hamaca.
 

Elsa empezaba a desesperarse porque no entendía nada justo cuando apareció un enorme caballo patinando. La imagen era digna de ver, las crines al viento y una sonrisa de dientes blancos completaban la extraña figura de los patines, se veía increíblemente libre. Quiso correr para seguir al caballo pero perdió completamente el equilibrio y se cayó, al mirarse los pies se dio cuenta de que ella también tenía patines. Frustrada en su intento se los quitó, cuando escucho una voz que le decía:
 
-Tenemos que irnos o llegaremos tarde a la fiesta.
 
-¿qué fiesta? – preguntó Elsa a aquel niño vestido con su mejor ropa de domingo y con el pelo todo bien peinado, negro y brillante.
 
-Pues ¿a cuál va a ser? A la fiesta de mi cumpleaños, es hoy y me has prometido que vendrías. – afirmó él con un tono de seguridad en su voz.
 
-Hummm, muy bien, vamos entonces. – respondió ella con resignación.
 

Se dirigían hacia el oeste, o eso le pareció a Elsa, pues el sol los acariciaba con los dulces rayos de la última hora de la tarde, casi a punto de ponerse. Caminaban por un sendero repleto de árboles a ambos lados con frondosas ramas llenas de flores de todos los colores. Aún así no sentía ningún olor así que se acercó para coger una cuando se llevó un susto de muerte, al tocar los pétalos, lo que parecía una flor se convirtió en un pájaro asustado que huyó volando y con él todos los demás animales que parecían simular la forma y los colores de las flores. En un instante pudo contemplar una de las imágenes más bellas que hubiera visto en su vida, un cielo lleno de flores que volaban hacia el sol.  El niño quiso llamar su atención mientras ella observaba estupefacta aquel espectáculo y ante la falta de respuesta de ella el niño insistía cada vez más, tirándole del brazo y subiendo el volumen de su voz.
 
-¡Vamos, vamos, que ya es hora!  – gritaba él sin parar
 
– Hummm sí, hay que ir a dormir, tengo que relevar al hombre dormido – balbuceó Elsa sin casi moverse de su sitio.
 
Elsa reaccionó de repente y sintió un pequeño mareo, abrió los ojos y vio al acomodador del cine zarandeándole el brazo.
 
-¿qué ha pasado? ¿qué hago aquí? ¿y el hombre que estaba dormido? – musitó ella aún medio somnolienta.
 
-Mucho me temo señorita que aquí la única dormida es usted, la película se ha terminado y todo el mundo ha salido ya. Le ruego que por favor abandone la sala para que podamos comenzar con el siguiente pase. – explicó el hombre amablemente.
 
-¡Ay! Lo siento mucho, ya me voy.
 

Con la cara de pedir disculpa aún puesta, Elsa salió de la sala sintiéndose un poco mareada y confusa pero decidida a dirigirse a su casa para pintar en un lienzo aquellos pájaros voladores que parecían flores en el cielo.
 

. . . a veces . . .
el color y la forma
de los sueños
es tan abstracto
como mágicamente real
y llega volando a la sombra
de pájaros
y el subconsciente. . .
¿no crees?…

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Soy Angela

En este espacio me he dado el permiso de jugar con las palabras, la imaginación y la creatividad…

Mientras no estoy aquí me dedico a crear igualmente, acompaño a profesionales del desarrollo personal para que su proyecto de corazón tenga formato digital. He puesto mis conocimientos en diseño web, marketing digital y creatividad al servicio de personas que ayudan a otras a tener una vida más plena y feliz. Puedes encontrarme en www.angysanz.es

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