¿Alguna vez te has imaginado como se siente un árbol al ser arrancado de dónde ha crecido?
El pasado jueves, 28 de abril, tuve la oportunidad de estar en el preestreno de la última película dirigida por Iciar Bollain y guión de Paul Laverty, El Olivo. Después de ver la película en la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid hubo un coloquio facilitado por Creando Redes, con la directora y el guionista y los expertos Pablo Vargas (Investigador del Real Jardín Botánico) y María Teresa Adell (Gerente de la Mancomunitat de la Taula del Sènia).
El estreno de la película será el día 6 de Mayo y sí, ya se que sabes que te lo voy a recomendar 😉
El largometraje rezuma belleza y sensibilidad. Hace 10 años Paul Laverty vio una noticia sobre un hombre en Castellón que había vendido uno de sus olivos milenarios y desde entonces se había sumido en una tristeza profunda. A lo largo de las últimas décadas los olivos milenarios se han convertido en objetos de lujo. Son arrancados, vendidos y llevados lejos de su lugar de origen para decorar patios, rotondas, fincas particulares y sedes financieras y empresariales entre otras. Desde este punto de partida se cuenta la historia de cómo se está expoliando el patrimonio natural pero también de cómo las personas de campo sufren las pérdidas de esos árboles.
La historia de Alma, la protagonista encarnada por la actriz Anna Castillo, es la de una niña que está vinculada a la tierra, a su abuelo y al olivo que fue cómplice de juegos y dio sombra y cobijo a ambos durante la infancia de ella. En un momento determinado y forzados por la crisis, se ven obligados a vender ese mágico ser que acompañaba a la familia desde tiempos inmemoriales. El abuelo nunca supera la pérdida y ante la frustración de ver esa tristeza, Alma decide ir a recuperarlo.
“A veces te tienes que lanzar de cabeza y la gente te ayuda por el camino” – Alma
En el viaje que Alma emprende suceden cosas, se transforma ella y quienes la acompañan. Me resulta una metáfora preciosa de lo que es la vida. Ese momento en el que de verdad no conoces el “cómo” llegar a un objetivo pero si conoces el “qué”, tu sueño. Y no tienes más opción que seguir adelante porque quedarte es casi como morir. Y sí, ocurre que cuando la energía que pones es tan intensa para alcanzarlo eres capaz de contagiar a otros y se suman y te ayudan. Eso es belleza en estado puro aunque al final no llegues a cumplir ese deseo tan profundo, porque por el camino tu también te has transformado y porque sabes que lo has intentado.
Los personajes que la acompañan son entrañables. Javier Gutierrez que da vida al tio de Alma, “Alcachofa”, nos lleva entre la risa y el dramatismo más profundo de una forma magistral. Pep Ambrós que interpreta a Rafa, un hombre silencioso que ama a esa mujer capaz de emprender un viaje en busca de un árbol. Manuel Cucala, Ramón, el abuelo de Alma, es el viejo agricultor que, con una presencia que se asemeja a la del olivo y deja de comer y de hablar al perder su árbol milenario. Las escenas entre la niña y su abuelo tiernas y espontáneas como lo fueron en la realidad, pues al no ser actores, Iciar, nos contaba en el coloquio posterior que prefiere trabajar con ellos sin guión.
Para mi la música y la fotografía son casi tan importantes como los personajes, porque no solo acompañan sino que ambos por si mismos cuentan parte de esta emocionante historia.
¿De quien son los árboles? ¿De verdad es relevante su edad para definir su importancia y en consecuencia su vida?
Estas preguntas resuenan en mi cabeza desde el día de la película. Me pregunto si cualquier árbol no es igual que cualquier ser vivo. Forman parte de un todo que no siento que me pertenezca. Es verdad, los olivos milenarios están allí desde la época de los romanos ¿te imaginas cuántas familias habrán cuidado de ellos? ¿cuántas personas habrán disfrutado de su sombra, de su aceite, de su presencia?
La verdad es que yo no entiendo de leyes, ni de árboles. Tengo la suerte de vivir rodeada de olivos y almendros, cuando necesito respirar aire puro o descansar me pierdo entre ellos, solo tengo que abrir la puerta de casa y básicamente me caigo en un mar de árboles. Me considero muy afortunada y no se me ocurre nada más importante que agradecerles y respetarlos cada vez que camino entre ellos. En alguna parte de mi está enraizada la idea de que alguna vez, en otra vida, también fui uno de ellos.
Por eso recuerda, si tienes oportunidad, no te pierdas El Olivo ¡este fin de semana te espera en las salas de cine!
…a veces…
el amor a los árboles
me desborda…