Cosquillas. La primera sensación siempre son las cosquillas en los pies. Ellos se revuelven juguetones mientras los granitos de arena se cuelan entre los dedos y un movimiento automático los hace hundirse sin que yo pueda decidir, como si quisieran crear raíces ¿será una necesidad?
En el camino hacia la orilla se deslizan por mi piel suspiros que se han quedado pendientes en las caderas, como faldas al viento. Me despojo también de cualquier artilugio que oprima o tape el corazón, no sé sentir cosquillas a medias.
Cuando su lengua lame por primera vez mis dedos un escalofrío me recorre de abajo arriba y vuelve a bajar. Ya no hay vuelta atrás, con la siguiente embestida y cada vez que llega una nueva ola, la piel de invierno se diluye. Me quedo allí, sintiendo la vida que llega de lejos, escuchando sus nuevas historias, sus reclamos, yo también te he echado de menos, le digo con las pestañas.
Pasados unos minutos todos mis poros han recordado quien es, su nombre, color, temperatura y el sonido de su rugir. Y es entonces cuando empiezo a sentir el abismo de la libertad. Está cerca. Las cosquillas líquidas llegan al ombligo del mundo. Burbujeantes. El frío y la humedad me marean y me hacen perder el equilibrio durante unas olas.
Sigo adentrándome en sus brazos hasta que por fin… ¡me lanzo! Él se agarra descaradamente a mis pechos , a mi largo cuello y entonces pierdo la respiración, me sumerjo en el instante preciso en que vuelve una onda y se paran todos las arenas de relojes…es maravilloso bucear sabiendo que los peces me acompañan…
¡Maravillosas cosquillas líquidas de libertad!
Me fascinan esos segundos en que el mar, con su energía hacia la orilla me deja flotando, yo que llego con mi impulso para abandonarme y así nos compensamos, me mantiene suspendida, flotando, fluyendo ¿será así la sensación de volar?
En cada baño repito el mismo ritual una y otra ola, como si quisiera grabar en cada célula esa libertad cosquilleante, mi mente se aquieta, hasta mi imaginación se diluye y el descanso es tal que parece que hubiera nacido para vivir así…
Y todavía me preguntas tú:
¿por qué te gusta tanto el verano?
y la única respuesta que te tengo es:
¿y sí el paraíso fuera en realidad una sensación más que un momento o un lugar?
…a veces…
¿será que sabemos,
de verdad,
lo que nos hace sentir libres?
4 comentarios en «Cosquillas líquidas de libertad»
Muy bien descrito todo éso que me gusta, lo que siento y lo que me engancha a pesar de vivir en un lugar donde el verano se alarga hasta la primavera.
Cuando vuelvo a la playa después de tres o cuatro meses, siento que el frío océano y el maravilloso sol, llegan hasta los rincones que se han quedado fríos en mi alma y abren ventanas quedando y ventilado todo lo que soy.
Besos y abrazos de verano
Querida Tegala! Sí, a veces creo que no sabría darle valor a este tiempo si no cambiara a lo largo del año, en realidad necesito más los cambios de lo que creo, aunque sólo sea para añorar el agua, el sol y las buenas compañias como tú 😉 Más besos y abrazos…en breve!
Ange. Ya te lo dije alguna vez. Si el verano fuera una persona, esa serías tú. Un texto fresco, envolvente, apetecible… Muy Ángela. Me encanta! Un beso, summer girl 😉