Allí estaba yo como cada jueves a las 19:55 subiéndome a mis zapatos de flamenca y adentrándome en mi falda de volantes. Los tres primeros meses de embarazo ya habían pasado pacíficamente y desde hacía dos semanas había recuperado mis rutinas de bailadora. No tenía la misma precisión de movimientos pero el embarazo me regalaba una sensación de libertad al bailar que desconocía. Antes de que todas mis compañeras estuvieran listas mi profesora, Juana, se acercó a mí con una delicadeza y un aire voluptuoso. Me pidió que fuéramos un segundo al pasillo pues quería comentarme algo. Pensé que sería algún detalle relacionado con la función benéfica que se celebraría en dos semanas y aún teníamos que resolver pequeños arreglos de los trajes, sobre todo yo. Pero no fue así. Sus palabras se me quedaron pegadas a la piel como miel derramada, dulce pero extremadamente pegajosa, no supe qué decirle. Volvimos a la sala y comenzamos la clase. Entre taconeos y brazos enredándose en el aire o en las faldas, Juana se quedaba en mis curvas, no podía seguir a las demás y misteriosamente no me importó.
Alguna fuerza extraña hizo que durante una hora mi sensualidad se contonease a ritmo de fandangos. Mis pechos ya cargados de una gran dosis de instinto maternal pareciera que se querían salir del escote que Juana recorría con su boca en la distancia. No era solo deseo lo que se desprendía de sus pupilas sino un amor que me juró repentinamente antes de comenzar la clase. Un olor a azahar, como la primavera que yo llevaba en la barriga, inundó aquel lugar y el resto de las alumnas se fueron contagiando de mi capacidad para bailar de una forma liviana, despreocupada y feliz. Sin querer, el corazón de Juana marcó por fin un compás que todas supimos seguir a la perfección, sin perder un paso, una punta o una media, sonábamos con una armonía que hasta la fecha nunca habíamos conseguido y así pasó veloz la hora de clase que se quedó suspendida en el aire como ropa tendida al sol.
Salí con sus palabras revoloteando a mi alrededor “me he enamorado de ti” y sin saber muy bien el significado que debería darle me acaricié la barriga y supe que a mi bebe, ¿ella o él?, también le había gustado sentirse amado.
…a veces
solo juego a imaginar
bailando con las palabras
para enredarte
en volantes
de emociones. . .
10 comentarios en «Amor bailable»
Qué preciosidad 🙂
Qué bonito es el amor… libre y puro
Un abrazo
Maravilloso… escribir, y bailar, con las entrañas. Gracias.
@KATREyuk: me alegra que te haya gustado y que te hayas quedado con esa sensación libertad y pureza 😉 Otro abrazo y gracias por venir!
@Juan: así es…desde las entrañas creo que deberíamos hacer todo…no hay forma de fallar, porque así es como somos auténticos 😀 Besos y gracias por venir, bailar y sentir!
Es tan limpio que resulta sedante….me gusta mucho este escrito, Angela!!!
Gracias Geminiana! Este texto salio de un ejercicio del taller de cuentos que estoy haciendo, una hipótesis fantástica, ¿te acuerdas? esta era “qué pasaría si un día alguien que conoces se enamora de ti”. Después de muchas vueltas…tuve un momento de inspiración y salió casi del tirón 😀 Un beso morena y gracias por estar ahí, tan cerca! 😉
Me llegó el olor, el sonido de los tacones, la música y la alegría, así que múltiples gracias!
Abrazos a ritmo de fandango
Shubhaa me llegan esos abrazos con tan buen ritmo! Un beso y otro abrazo para ti! 😀