Llevaba una hora despierto en la cama dando vueltas. Era sábado y estaba envuelto en el sudor del calor del agosto madrileño y seguía temblando de frío. Había cerrado las cortinas y persianas la noche anterior pero un rayo de luz se empeñaba en decirle una y otra vez que ya era de día y hora de levantarse pero esa boca seca, con sed de besos le recordaba que no tenia fuerzas para hacerlo. La urgencia y la necesidad de su cuerpo acabaron por sacarlo de la cama a patadas como se saca a un perro de un café que quiere parecer elegante y así demuestra que no lo es. Cuando puso los pies en el suelo pisó, sin querer, el charco que hacía semanas lo acompañaba, pues de la paredes chorreaban goteras que seguían derramando todas sus lágrimas .
Fue caminando despacio hasta el baño y al entrar sintió una vez mas lo vacío que estaba. Verlo así le recordó inconscientemente las estanterías medio vacías de aquellas tiendas que habían visitado juntos en Cuba. Por un instante quiso sentir una vez mas el sol del Caribe, acariciando su piel y quiso entonces él acariciar la piel de ella, tenerla bien agarrada de la cintura por ultima vez y beber hasta emborracharse de todo su ser. Mientras se dirigía a la cocina, pensando en todo lo que tenía que hacer aquel día y lo poco que le apetecía, se encontró con su gata en el pasillo que se le enrosco entre las piernas suplicando por comida. Abrió el frigorífico y a pesar del calor que hacia sintió un escalofrío. Buscó algún beso fresco, algún abrazo que pudiera servirle de desayuno, algún “te amo” congelado que pudiera aprovechar para empezar el día pero solo encontró un plato de desamor lleno de moho y una vez más. . . espacios vacíos.
Se dirigió al salón con una taza de café del día anterior y miró su contestador, tenía un mensaje. Escuchó su voz diciendo: “Amor llegaré tarde, no me esperes despierto, la reunión se esta alargando. Un beso. Te amo mucho”.
Había invitado a su madre a comer o mejor dicho su madre se había autoinvitado a comer, últimamente estaba más pendiente de él. Salió a la compra y cuando llegaba al portal ella ya estaba esperandolo en la puerta.
– ¡Ay hijo! Pero ¿te has visto cómo estás? ¡Estoy segura de que no comes nada! – le dijo Rosario acercándose para darle un beso en la mejilla, de esos de madre protectora bien sonoro y apretado.
– Hola mamá – respondió él con voz desganada. Siempre me dices lo mismo, que si estoy muy delgado, que si no como, que si… – Antonio fue abriendo la puerta con cara de resignación y las bolsas en la mano.
– No hijo, siempre no. Ahora estas mucho peor desde que…bueno ¡es que no la quiero ni nombrar! – dijo Rosario empezando a enervarse, como cada vez que hablaba de ella.
– ¡Ay mamá! Siempre estás igual, ella nunca te gustó para mi así que en el fondo estarás contenta – respondió Antonio pensando que se avecinaba una tarde de sábado difícil.
– Pues no hijo, pero al principio te veía feliz y ¿ahora sabes qué te digo? ¡Qué ella se lo pierde, eso te digo hijo! Y ¿sabes qué más? No vamos a hablar más de ella. ¡Anda dame una bolsa que llevas muchas! Hoy te voy a preparar uno de esos cocidos que tanto te gustan a ver si recuperas fuerzas que estás hecho una piltrafa.
Cuando por fin se quedó solo con su dolor y sus fantasmas mojados merodeando por la casa miró de nuevo su contestador, tenía un mensaje y escuchó su voz diciendo: “Amor llegaré tarde, no me esperes despierto, la reunión se esta alargando. Un beso. Te amo mucho”. Y así haría todos los días, de aquel invierno que tenia encima en pleno mes de agosto en Madrid, escuchar su voz en aquel mensaje pues ya no tenia nada mas, ella se lo había llevado todo en aquella maleta, dejándolo solo, solo con su soledad.
…a veces …
vengo solo a mostrarte
la cruz de una moneda…
y cantarte asi:
“Tristeza não tem fim,
felicidade sim…”
8 comentarios en «La cruz de la moneda»
Gracias por tus historias Ángela. Me ha gustado, me ha dejado en silencio… creo que todos hemos sentido ese vacío alguna vez, los más afortunados un o dos veces…
Gracias por volver, te extrañaba. Sigue escribiendo tan lindo, tan llena de sentimientos y pasión…
Un beso muy fuerte.
Mi padre, una vez que me encontré en las mismas circunstancias que el protagonista, me dijo sabiamente: “no sufras, pasará, no te han apreciado, y eso duele. Pero qué saben de nubes los puercos, si nunca han mirado al cielo…”
Un beso.
@ Tegala: tienes razón todos nos hemos sentido así alguna vez y lo cierto es que aunque duele todo…mejor así que no sentir nada…me encantan tus visitas! Un beso enorme!
@Iván: que alegría que aparezcas por aquí! qué buen consejo el de tu padre, estoy segura de que tenia mucha razón!I Otro Beso para ti también!
Será porque al menos un día a la semana la vida te regala un amanecer viajando, o porque los personajes con sus penurias y sus antojos caminan en tu cuerpo desde hace tiempo. No sé, quizá es porque has aprendido a alimentar tu imaginación con sólo abrir los ojos y mirar al mundo… ¿Por qué será que nos traes estas historias tan maravillosas?
Gracias, por estos puñados de vida en palabras!
Hola Vir!
Síiii! Me pillaste! Son esos amaneceres los que me inspiran…si supieras cuantas historias escribí ya mientras me dejo llevar durante esas tres horas de viaje…pena que apenas están en mi cabeza…pero poco a poco van saliendo…:D caminando, como tu dices, en mi cuerpo, después de haberlos visto en alguna esquina, de haberlos escuchado en alguna canción o tenerlos delante toda la vida…
Gracias por leer y venir a visitarme…
Mil besos!
Si, eso que dices Angela ( cuantas historias escribi mientras…….) es de una escritoria , pues de hecho a mas de uno se lo he oido decir ( Almudena Grande, Angeles Caso……) creo que terminaras siendo una escritora Si?
Mil besos
Hola Chusi!
Pues creo que ya no tengo remedio…no se si algún dia publicare un libro o no, si tendre tendré exito o no pero lo que si es cierto es que seguire escribiendo mientras que siga siendo una necesidad, mientras siga siendo como dice Jose Luis Sampedro “Escribir es vivir”. Un beso y gracias por se mi fan y seguirme siempre!